«Si sientes que algo te escarabajea dentro, pidiéndote libertad,
abre el chorro y déjalo correr tal y como brote.» – Miguel de Unamuno

Hace solo unos años, parecía imposible ver empresas que funcionaran y tuvieran éxito sin que nadie tomara las decisiones de forma centralizada, fijara objetivos globales o revisara el progreso de las tareas.

Sin embargo, cada vez vemos más ejemplos de empresas que abogan por la descentralización y la autogestión de sus empleados las visiones organizativas.

EL PARAÍSO DE LA EMPRESA SIN JEFES

A priori, una empresa sin jefes puede parece el paraíso. Tener capacidad de autogestionar nuestro tiempo y nuestro esfuerzo sin dar explicaciones a alguien que cobra más que nosotros, nos dice lo que tenemos que hacer y que, en muchas ocasiones, consideramos que no toma las decisiones correctas.

¿Imposible? Ahí van algunos casos de éxito. El famoso «Manual de nuevos empleados» de la empresa Valve comienza aclarando que no existen jefes, y que tú mismo debes decidir a qué vas a dedicar el tiempo. En esta empresa no hay jerarquías, cada persona se centra en el proyecto que quiere o más le motiva. Los equipos se forman y deshacen espontáneamente. La movilidad entre proyectos es tan importante que las mesas tienen ruedas, de modo que cada uno puede trabajar justo al lado de quién quiera. Los sueldos también se centran por equipo, los trabajadores se evalúan entre ellos y deciden el sueldo de los demás, incluidos directivos.

Otro ejemplo de organización que funciona de un modo diferente es la empresa francesa /ut7, donde tampoco hay existe una jerarquía formal establecida, hasta el punto que todas las decisiones se toman en un Open Space semanal entre todos los empleados o las toma directamente la persona que va a realizar el trabajo. Lo vas a hacer tú? Decide tú.

UNA TRANSICIÓN NO EXENTA DE DIFICULTADES

¿Significa esto que debemos cambiar nuestro modelo de organización a una empresa sin jefes? Evidentemente, no. No es posible aislar el contexto organizativo a las características de nuestros trabajadores. Como decíamos en el artículo sobre habilidades sociales, somos seres sociales y la interacción con los demás repercute en todos los ámbitos de nuestra vida. Sobre todo, en el ámbito laboral.

Tiene un alto coste de adaptación para las personas incorporarse a este tipo de organizaciones. Primero, porque necesita de una fuerte motivación entre los empleados de la empresa. Segundo, porque requiere de trabajadores con perfiles muy orientados a la autogestión, centrados en trabajar con autonomía y asumiendo responsabilidades. Finalmente, porque el trabajo debe de ser fácilmente medible, de modo que todos conozcan lo que hace cada trabajador en cada momento.

El ejemplo es Zappos, donde se ha implantado un sistema de autogestión que ha hecho huir al 14% de la plantilla por falta de adaptación, demuestra que la utopía de la empresa sin jefes puede convertirse en una realidad complicada.

¿CUÁL ES EL PAPEL DEL DIRECTIVO?

Existen dos grandes corrientes de respuesta a esta pregunta. La primera de ellas concede una oportunidad a la gestión como la conocemos, con un papel de «facilitador». Los gestores siguen siendo imprescindibles, pero su rol se orienta a ser capaces de generar el mejor contexto posible en el que los equipos autogestionados puedan desarrollarse. Fijan condiciones y límites, definen las grandes líneas estratégicas, y están al servicio de los equipos, que «tiran» de ellos cuando se encuentran con bloqueos que exceden su capacidad de actuación.

Sin embargo, otra corriente más disruptiva asegura que hoy el rol del manager simplemente carece de sentido. El management está muerto. Es una reliquia de etapas anteriores en las que existía una división entre «personas que piensan» y «personas que hacen» dentro de las empresas. Como dijo Peter Drucker, «el 90% de lo que llamamos management consiste en hacer difícil que la gente consiga hacer su trabajo».

Sea cual sea el futuro, lo cierto es que la gestión está sufriendo unos cambios profundos y experimentará una transformación radical en los próximos años. Y las empresas sin jefes nos permiten soñar en organizaciones más descentralizadas, donde tengamos una mayor capacidad de decisión sobre nuestro trabajo. Habrá que estar atentos.

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