«En algún momento, el liderazgo se relacionó con la fuerza;
ahora se relaciona con la capacidad de diálogo». – Indira Ghandi, Primera Ministra de la India.

Mujer y empresa nunca han estado tan unidas como ahora. La participación femenina en los negocios ha avanzado de forma desigual en cada país y todavía tienen que enfrentarse a innumerables retos durante sus carreras profesionales.

Sin embargo, queda mucho por hacer. Primero, por las (grandes) diferencias salariales entre hombres y mujeres que ocupan la misma función y que es más acusado en posiciones que exigen menos cualificación, precisamente donde trabajan más mujeres. La crisis ha agudizado una de las principales lacras de nuestro mercado laboral: la desigualdad salarial entre hombres y mujeres. No sólo hay menos mujeres trabajadoras, sino que además sufren una mayor brecha salarial, un 24% menos en media. Eso significa que las mujeres tienen que trabajar 79 días más al año que un hombre para terminar cobrando lo mismo, aunque no existe ninguna razón objetiva que justifique que a las mujeres se les pague menos.

En segundo lugar, la mayoría de mujeres han estado ubicadas en áreas consideradas típicamente femeninas, como Recursos Humanos, comunicación o marketing. Además, sus condiciones suelen ser más precarias. Según datos de Eurostat, más del 70% de los trabajadores contratados a tiempo parcial son mujeres, por lo que ellas se benefician menos de las pensiones y siguen realizando trabajo no remunerado en mayor medida que los hombres.

Sin embargo, se observa que, poco a poco, están colaborando en otras áreas tradicionalmente masculinas, como finanzas y operaciones, ocupando, además, puestos de responsabilidad.

UN ESTILO DIFERENTE DE LIDERAZGO

En esos puestos de responsabilidad, el liderazgo femenino es importante en las empresas ya que aporta humanismo, flexibilidad y un punto de vista diferente hacia el servicio. Un factor importante en la carrera ejecutiva de una mujer es la inteligencia emocional y las habilidades sociales, es decir, la facilidad que tiene para desarrollar relaciones positivas con sus subordinados y colegas, así como la adaptabilidad a la cultura y al trabajo en equipo.

Generalizar va de la mano de ser injustos, aunque existen datos científicos que refuerzan esta teoría. Los estudios sobre el cerebro que han realizado en la Universidad de California afirman que existen diferencias «significativas» entre el cerebro masculino y el femenino. Según estos estudios, parece que las mujeres tienen un 11% más de neuronas en los centros del cerebro, que se ocupan del lenguaje y el oído. Puede ser, por tanto que si tenemos herramientas cognitivas diferentes hagamos un uso distinto de ellas. Quizá por ello, la mujer tiene un mayor potencial para adaptarse a un entorno cambiante y exigente en productividad. También, por su mayor conciencia social, es más democrática y tolerante, tienen una mayor empatía que los hombres, es más abierta al diálogo y comprometida con su trabajo y equipo y aplica mejor los principios de delegación.

Os adjuntamos un vídeo de la profesora Mireia Las Heras (IESE Business School) donde lo explica claramente el estilo de liderazgo asociado a las mujeres:

No obstante, como afirma el filósofo José Antonio Marina, lo que hacemos esculpe nuestro cerebro. Por eso, independientemente de la química del mismo, las niñas y niños deberían formarse por igual, aprendiendo desde la práctica. Solo así conseguiremos dejar atrás, todavía más, la idea de que el liderazgo es fundamentalmente cosa de hombres.

Está claro que hay más mujeres en posiciones de liderazgo que hace diez años, y es una tendencia que se mantendrá, afortunadamente. Pero toca acelerar esta transición.

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