Dar consejos es una gran responsabilidad. Recibirlos y saber aprovecharlos es todo un arte.
Es una de las habilidades que debemos mejorar cada día.

RECIBIR CONSEJOS ES TODO UN ARTE

Así como tendemos a opinar de forma espontánea, a dar consejo aun cuando no es requerido, rara es la vez que tratamos de obtenerlo. A eso tenemos que añadirle que cada vez tienen menos interés los consejos si no nos parecen útiles, si no plantean una solución clara, una respuesta concreta. Si no determinan qué hacer, y cómo, para resolver una situación.

El arte de recibir y disfrutar de los consejos se basa en aceptar que la mayoría de las ocasiones consisten en alternativas, que después tenemos que valorar.
Aceptar que son un poderoso traspaso de conocimiento y experiencia. Ya vengan de expertos, de mentores o incluso de un amigo. Y para poder poner en valor los consejos que recibimos es precisa una actitud que nos permita escuchar, aceptar esas alternativas y tenerlas en consideración. Con la certeza de que al final la decisión será nuestra, y que podremos tomarla de forma más consecuente.

No nos sirven de nada si sólo aceptamos fórmulas magistrales o soluciones acertadas.

NO BUSQUES SOLUCIONES, ACEPTA ALTERNATIVAS

La mayoría de los consejos son alternativas que se nos plantean, y que no hacen sino aumentar las opciones que tenemos. Ya sea mediante ideas que no conocíamos o a través de la reflexión acerca de las implicaciones y consecuencias que pueden tener nuestras decisiones. Otras, planteando nuevos puntos de vista con respecto a la situación y la verdadera esencia del problema al que nos enfrentamos.

Sea como sea, en ninguno de los casos anteriores puede beneficiarse aquel que pretende consejo como una forma de solucionar su problema, como forma de reducir su responsabilidad.

Y es que el arte de recibir consejos consiste en saber aceptar y aprovechar las alternativas que nos aporta cada sugerencia, recomendación o indicación que recibimos. Conscientes de que al final es a nosotros a quienes nos toca decidir. Entender que mejoramos nuestra capacidad de tomar decisiones correctas con cada observación, propuesta u opinión.

Por eso, solemos pensar que «consejos doy y para mí no tengo». Para aprovecharlos, es preciso estar dispuesto a pedirlos y sobre todo a recibirlos. Una habilidad en la que deberíamos alcanzar una gran maestría.

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